miércoles, 9 de mayo de 2007

País Vasco

País Vasco pide libertad y democracia


El miedo terrible de la gran oligarquía que maneja este sistema político corrupto desde las entrañas; antidemocrático desde las estructuras de poder económico hasta los mínimos detalles de los sistemas político y mediático; es que la exigencia de “ejercer la soberanía en un contexto escrupulosamente democrático” se traslade desde el País Vasco al resto del estado. Eso está, todavía, un poco lejos; aunque el tinglado constitucional esta tan vacío y es tan frágil como un castillo de naipes.

El gran fracaso del sistema político que le niega la soberanía al pueblo vasco es que en Euskadi la demanda de paz se ha convertido en una exigencia incontenible de libertad y de democracia; y que esa exigencia se ha ido extendiendo a todo el pueblo a medida que la represión política se ha hecho más evidente.

Es obvio que no es ETA sino la izquierda abertzale la gran preocupación de los partidos que se reparten alternativamente el gobierno del estado. Es evidente también que los sucesivos intentos de bloqueo de las candidaturas abertzales, han tenido como consecuencia -indeseable para los gestores de la constitución antidemocrática de 1978- la enorme multiplicación de la movilización popular para recrearlas y para sostenerlas. El fracaso político de Aznar ha quedado lejos, el de Zapatero está ocurriendo a la vista de todos.

Pese a los intentos del gobierno de Aznar de convertir al país en un gueto -sometiéndolo bajo un régimen de fuerza-; y a los intentos del gobierno Zapatero de utilizar el proceso de paz para eliminar políticamente a la izquierda abertzale, la transformación del conflicto en una exigencia popular masiva de democracia es algo completamente incontrolable.

Lo es desde ahora, sea cual sea el momento en el que esa exigencia pueda manifestarse en las urnas o en la calle.

El momento político de absoluta corrupción de la democracia en el que nos encontramos, se manifiesta en la formulación por el sistema de la doctrina de la “contaminación”.

La aplicación de esa teoría de la prescripción, se está reclamando desde el conjunto de Falsimedia, y es especialmente significativa y eficaz como instrumento de divulgación antidemocrática en aquellos medios que se autocalifican como “progresistas”. El País, por ejemplo, ha proclamado que la coincidencia del nombre de algún ciudadano en cualquier lista electoral con las candidaturas anteriores de la izquierda abertzale -las “ilegalizadas” por el fascismo galopante del PP durante el anterior gobierno-, la “contamina”.

La teoría y la práctica de la “contaminación” tiene terribles antecedentes históricos muy identificables. El más antiguo, pero también el más el más cercano por señalar procesos de continuidad histórica, es la ley franquista de Responsabilidades Políticas. Era todo un catálogo de contaminaciones, que iban desde la afiliación política o sindical, hasta la manifestación de simpatía o el voto a las organizaciones de izquierda o republicanas. Aquella contaminación conducía a la cárcel o al matadero.

En el ámbito internacional las identidades van desde la Doctrina Kissinger sobre los “pueblos que no saben ejercer la democracia” y que por ello pueden ser reprimidos sin limitación alguna; hasta la Doctrina Bush de los estados, pueblos, grupos humanos, organizaciones sociales, que el gobierno de los EEUU califica de “rogue state”, “estados frustrados”, “grupos terroristas” o “narcoguerrillas”.

A partir de esa calificación pueden ser destruidos y ocupados, sin ningún respeto por el derecho internacional ni por la vida de millones de personas.


Los ejemplos de Afganistán y de Iraq son una vergüenza humana de la aplicación –tolerada por el sistema internacional y apoyada por los “países civilizados”- de la teoría de la contaminación y la proscripción, que ha conducido a la realización de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidios.



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