lunes, 24 de septiembre de 2012

Homenaje a Leoncio Amaya Tume


Este septiembre se cumplen 24 años del asesinato del camarada Leoncio Amaya, por acción criminal de las hordas del Comando Rodrigo Franco. 
¡Un revolucionario nunca muere, vive en las luchas del pueblo!
Homenaje a Leoncio Amaya Tume
 
LA VIDA INTENSA DE UN REVOLUCIONARIO
Por Julio Yovera
Cuando retornó a Piura, en el verano del 80, llevaba sobre sí una vasta experiencia como hombre de Partido. Había participado, como aplicado y destacado alumno de la Facultad de Medicina Humana de la Universidad Nacional de Trujillo, en las luchas del movimiento estudiantil y popular contra la dictadura.
Leoncio Amaya Tume era de aquellos que unía a su espíritu rebelde una alegría y una “chispa” muy peculiar en el modo de ser del poblador del Bajo Piura, heredero de la vieja cultura de los tallanes.
Quienes lo conocieron en la Universidad, lo recuerdan como un joven optimista, con gran disposición para cultivar el arte. Con un grupo de aficionados al teatro recorrió las barridas de Trujillo, llevando no sólo alegría a los pobladores sino un mensaje claro, siempre a favor del pueblo y del socialismo.
En una ocasión diría, como los grandes maestros : “el arte le sirve al pueblo o no sirve para nada”.
Llevaba el germen de la justicia y la rebeldía en su joven corazón. Las acciones del SUTEP, de los mineros, del movimiento barrial y popular en Chimbote, tenían en Lencho, como le llamábamos, al actor que recogía las experiencias del pueblo para recrearlas estéticamente y, por cierto, a partir de ahí, motivar reflexión.
Los hijos del pueblo llegan a la Universidad por sus conocimientos. En sus aulas adquieren el saber y la ciencia; pueden aclarar sus dudas; empiezan a explicarse el mundo, el país; sueñan después con transformarlos para hacerlos mejores.
Por lo menos ese es el ideal de Universidad. Por eso mismo, muchos son los jóvenes que expresan su malestar contra un orden injusto, se vuelven contestarios, y muchos son también los que, apenas se insertan a la estructura del sistema como profesionales, se olvidan pronto de lo que predicaron.
Con Lencho no fue así. Ya hecho médico, al retornar a su tierra, al reencontrarse con los suyos por lo caminos arenosos de los pueblos de Catacaos, La Arena, La Unión, El Tablazo, Bellavista, Vice, se dedicó a servir a su pueblo con amor y afecto inagotables. Pretendía fortalecer la conciencia del pueblo. Por eso se dedicó a organizarlo y dar la pelea por un orden justo.
Lo dicho no es un cumplido.
En nuestra cultura se hace bueno a los malos, si está muerto. En el caso de Lencho la valoración es absolutamente justa.
Los hombres, las mujeres y los adolescentes, que entonces eran “churres”, deben recordarlo no sólo curando sus males y, en algunos casos, obsequiando medicinas, sino sobretodo, infundiendo ánimo a quien lo necesitaba.
Para Lencho la propuesta del Partido carecía de sentido sino se llevaba a la práctica. Por eso, asumió con especial interés el estudio e investigación; como médico sistematizó las experiencias que tuvo con la población; produjo importantes trabajos sobre medicina y salud.
Su concepción de la medicina era sencilla y efectiva: organizar a la población para prevenir la enfermedad.
Organizó los Comités de Salud en varios distritos del Bajo Piura. Fue el primer médico que se aproximó con interés profesional a los “terapeutas populares” (nombre que generalizó para referirse a los “curanderos”). Se ligó tanto a este sector que el Primer Encuentro de Medicina Natural y Folklórica del Departamento de Piura, realizado después de su asesinato, llevó su nombre.
Nuestra camarada pensaba que un profesional comunista debía ser un buen profesional y tejer lazos duraderos con las masas. Con esa premisa trabajó con su pueblo, el Distrito de La Unión. Así, devino, poco a poco, en líder, en líder verdadero.
Organizó el Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo de La Unión, del que fue su primer presidente. Formó también el Comité Pro Electrificación, que coronó con sexito la instalación de fluido eléctrico en un pueblo que hasta entonces vivía en las tinieblas.
Estaba dotado de una capacidad enorme para construir.
Los enemigos del pueblo sentían que Lencho les estorbaba a sus fines egoístas. Y por eso se propusieron liquidarlo. Primero iniciaron una campaña de desprestigio contra su persona. Después, las amenazas. Y, finalmente, en una de las calles de su pueblo, le dispararon a matar.
¿Quiénes lo asesinó? La gentuza del llamado Comando Rodrigo Franco, a finales del desprestigiado y repudiado gobierno de García.
Su muerte nos dejó un vacío y una gran lección. Quien lucha toda la vida se vuelve imprescindible como decía Brecht. Quien ama al pueblo se gana el odio de los explotadores y sus sirvientes. Lo que no significa que hay que dejar de luchar. Al contrario, hay que saber luchar.
Su sepelio fue multitudinario. De todos los rincones del valle del Bajo Piura, llegaban personas de rostros llorosos y apesadumbrados a decirle: “hasta siempre compañero médico”
Se fue en la plenitud de su vida.
Lencho, tu ejemplo nos alienta y por eso te decimos:
Seguiremos en este trajinar convencidos que nuestros ideales no sólo son hermosos sino razonablemente viables y humanamente justos.
Hoy más que nunca. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

CERDO DE IZQUIERDA QUE HACES CON TODA ESTA BASURA COMUNISTA PERRO DE MIERDA TE VOY A MATAR CUANDO TE VEA EN LA CALLE ANIMAL, NO, PEOR QUE ANIMAL, CACA DE PERRO, PEOR QUE ESO, COMUNISTA ES LO QUE ERES IMBECIL DE IZQUIERDA

Anónimo dijo...

Aquí el cerdo eres tú pedazo de mierda, que no respeta ni valoriza la historia objetiva, tal y como es, que tarde que me enteré de este comentario, quizá ya esté muerto. En fin, respetemos los hechos tales como han ocurrido, que seas un capitalista no te hace más, basofia absurda. haber si después de esto te das cuenta que has vivido engañado, nuestro pueblo tuvo un gran líder "Arriba Leoncio Amaya" Siempre Arriba !!!! En nuestras mentes siempre vivirás.

Anónimo dijo...

Grande Leoncio, siempre fue uno de los mejores de nuestro pueblo. Trajo bien, no como la mierda del Apra! Arriba Leoncio.