lunes, 15 de septiembre de 2008

“DERROCAR AL INDIO” Por Yomar Meléndez Rosas




Desde hace ya algún tiempo la frase que encabeza este comentario se ha convertido en consigna de acción para el imperialismo norteamericano y la derecha boliviana.

Del discurso y panfletos xenófobos, el bloque histórico anteriormente dominante, ha pasado a implementar un plan desestabilizador que incluye, cómo no, métodos violentos. Al parecer lo viejo se resiste a morir y lo nuevo tiene dificultades para nacer.

Es evidente que los resultados del referéndum revocatorio del último 10 de agosto han acelerado la ofensiva conservadora. Un presidente que obtiene 67.41% de aprobación superando en casi quince puntos el porcentaje de su elección luego de dos años y medio de gestión es, sin duda, un mandatario solidamente legitimado.

La nacionalización de los hidrocarburos (que ha permitido al Estado boliviano incrementar en 10% su PBI), el sustancial aumento del salario mínimo (que supera hoy los 80 dólares), la Renta Dignidad (que otorga alrededor de 30 dólares mensuales a los mayores de 60 años), el Bono “Juancito Pinto” (asignación familiar que ayuda a la escolarización de los niños), la alfabetización y otros programas sociales en el orden de 100 millones de dólares, y la reasignación de 5 millones de hectáreas de tierra entregándoselas a quienes la trabajan, son algunas de las razones que explican el enorme respaldo a Evo Morales.

Pero, no sólo el éxito de gestión social es lo que preocupa a las burguesías bolivianas incapaces de satisfacer las expectativas de las mayorías en los 183 años de vida republicana. Lo aterrador para ellos es el proyecto de Constitución que debe ser sometido a referéndum el próximo 7 de diciembre.

Esa propuesta, ratificada, redefiniría el contrato social en Bolivia, consolidando al nuevo bloque histórico en el poder y haciendo irreversibles los cambios. Allí radica la principal preocupación de Washington y el dolor de cabeza de las oligarquías desplazadas.

La tarea, sin embargo, no es sencilla. En las semanas que vienen la izquierda social y política bolivianas deben arrebatarles a sus opositores las banderas democráticas y de auténtica descentralización (la autonomía regional - departamental no es suficiente en un país tan diverso). Deben también seguir horadando la influencia separatista en la Media Luna, afirmando que la riqueza de una zona le pertenece a ella, pero también al resto del país. Debe insistir en el diálogo y el respeto a los derechos humanos, sin olvidar que la única garantía de un proceso revolucionario es el pueblo organizado y movilizado.

Estamos seguros que la difícil situación que hoy se vive en el altiplano será resuelta a favor de quienes histórica y sacrificadamente han luchado por el cambio.

Solidarizarnos de manera militante es entender que en Bolivia se juegan también los destinos de nuestra patria.

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