Guillermo Giacosa
Diario Perú21
28/9/07
Las Naciones Unidas, actuando en función de los reflejos que dieron origen a su existencia, aprobó, finalmente, la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. El documento contó con el patrocinio de España, que forma parte del Grupo de Amigos de la Declaración. El texto original, presentado a la Asamblea General de la ONU por el Consejo de Derechos Humanos, fue aprobado con 143 votos a favor, 4 votos en contra y 11 abstenciones.
¿Adivina usted quiénes emitieron los votos en contra? Se puede equivocar en algunos, pero hay uno en el que, sin duda, acertará: Estados Unidos, por supuesto. El gran sembrador de la democracia, la superpotencia que encabeza el 'eje del bien', se opuso a este paso que reconoce los derechos de los pueblos indígenas junto con Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Todos países anglosajones puros, con el perdón de la 'belle provence' de Québec (Canadá), casi tan latina como nosotros.
El caso de los Estados Unidos es una constante pues se ha opuesto sistemáticamente, en los últimos años, a todo tratado destinado a mejorar la condición humana. Si hay alguna duda, consulte sobre el trabajo de menores, el comercio de armas personales y muchos otros temas que asombrarán, sin duda, a quienes miran encandilados la Estatua de la Libertad sin preguntarse qué es lo que realmente representa en el presente.
El documento comporta un reconocimiento internacional del derecho de los pueblos indígenas "a la libre determinación, al mantenimiento y desarrollo de sus propias características políticas, sociales, económicas y culturales" y, sobre todo, a la participación en la vida del Estado en el que habitan. También reconoce el derecho a existir como pueblos distintos, con su cultura e identidad propias. Asimismo, contempla el reconocimiento para participar en las decisiones y acciones que les afecten, a desarrollar sus actividades económicas y a definir sus prioridades y estrategias de desarrollo.
La resistencia de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda se debe a la existencia, en sus territorios, de indígenas que reclaman tierras ricas en reservas. Sin embargo, con 143 de los 192 países representados en la Asamblea General, se adoptó la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas, donde 11 naciones se abstuvieron del voto.
Se trata, sin duda, de un texto revolucionario, pues reconoce a los pueblos indígenas el derecho a la propiedad de la tierra, el acceso a los recursos naturales en el interior de los territorios donde habitan, además del respeto y preservación de sus tradiciones.
Otro punto interesante es que las tierras donde viven los indígenas no podrán ser utilizadas con fines militares ni como depósito de residuos tóxicos. Los 46 artículos de la declaración otorgan a los aborígenes gran cantidad de derechos, la mayoría de ellos tomados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como de otros tratados sobre esos derechos, además de las libertades políticas y civiles propias de cualquier ciudadano de una nación libre.