domingo, 22 de julio de 2007

Sobre la huelga del SUTEP

Después de la tormenta

La huelga del Sutep se ha suspendido. En algunos sectores de maestros reina un sentimiento de frustración, porque no se han alcanzado las reivindicaciones planteadas.Es un sentimiento legítimo que, sin embargo, se ve aliviado por la comprensión de que había el peligro de que en Lima se rompiera la huelga.En provincias, en cambio, la paralización abarcaba la casi la totalidad del magisterio. Era, además, igual que en Lima, una lucha activa y multitudinaria, que contaba de modo creciente con la solidaridad de los padres de familia.

Mi opinión personal es que el gobierno quería aprovechar el momento para emprender la división del gremio magisterial, en su afán, no anulado, de destruir una organización que, más allá de sus limitaciones, errores y defectos, representa a los maestros y significa un obstáculo para el propósito de instalar una dictadura sobre las mentes de los jóvenes y el pueblo.Sin duda que los gobernantes disponen de amplio margen de maniobra. Pueden acudir, por ejemplo, a las prebendas y la corrupción dineraria, o a la exacerbación de personalismos.
Ahora, por lo pronto, los maestros deben fortalecer su organización y restablecer su unidad, garantía de su fortaleza y vía de sus derechos.No deben olvidar las lecciones del sindicalismo peruano y mundial, que enseñan que los movimientos sociales deben, en algunos casos, ceder terreno en cuestiones que no sean de principios y no signifiquen renuncia a los fines gremiales.Las organizaciones de los trabajadores tienen que medir con precisión el contexto nacional e internacional en que actúan.

José Carlos Mariátegui, el Amauta, nos dio una vigente lección de táctica. Fue cuando, en octubre de 1929, las acciones de las empresas de Estados Unidos se desplomaron y se desató una gran crisis en todo el orbe capitalista.Es lo que se llama the great crash. De resultas, los precios de los minerales que exportábamos, sobre todo a Estados Unidos, se vinieron abajo.Los trabajadores mineros, que habían iniciado un proceso de sindicalización, estaban a punto de lanzarse a la lucha por un justo pliego de reclamos. Mariátegui les aconsejó no precipitarse. A la Cerro de Pasco Mining, principal minera estadounidense en el Perú, le hubiera convenido una paralización, porque no había demanda de sus productos. Además, el régimen de Augusto B. Leguía hubiera aprovechado para desatar una represión en masa.

El consejo mariateguiano no fue debidamente acatado.Pero la lección de análisis, serenidad y firmeza queda en pie. Hay que tener el corazón ardiente y la cabeza fría.

Cesar Lévano - Director de La Primera

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