«La democracia representativa no está funcionando en Latinoamérica»
«La política boliviana nos da un elemento étnico. Michelle Bachelet, en Chile, nos da el ingrediente de género. En Venezuela, gobierna un militar. En Ecuador, un técnico. En Brasil, un metalúrgico. ¿Por qué no puede haber un obispo en Paraguay?». Fernando Lugo cree que el viento de cambio que sopla en Latinoamérica podría llegar pronto a su país. El ex obispo de San Pedro ve en las elecciones de 2008 un posible escenario de ruptura tras seis décadas de gobierno colorado.
La esperanza surgida en 1989 con la caída del régimen de Alfredo Stroessner cobra nueva vida en las palabras de Lugo, que aceptó el reto de desafiar al presidente Nicanor Duarte. «Con el fin de la dictadura hemos creído que iba a empezar una época diferente. Después nos hemos dado cuenta de que esta larga y traumática transición de 17 años no ha dejado sino el desencanto», afirma este ex religioso de 56 años durante el foro Tribuna Iberoamericana, organizado en Madrid por la Casa de América y la agencia Efe.
En marzo de 2006, Lugo fue el gran impulsor de Resistencia Ciudadana, una «Torre de Babel» que reunía a 138 organizaciones entre partidos opositores, centrales sindicales y asociaciones civiles. Decenas de miles de personas marcharon entonces contra el Gobierno de Duarte. «Decían que las FARC nos apoyaban, que iba a haber violencia. Pero no hubo accidentes, y fue una gran lección de civismo. En la plaza no quedó ni una latita de cerveza», recuerda Lugo, convencido de que esa manifestación sacó a Paraguay de su «siesta prolongada».
Los acontecimientos se precipitaron. Pocas semanas después, varios partidos políticos le pidieron que liderara la creación de un movimiento aún más amplio. Nacía Concertación Nacional. «Hicimos 307 reuniones en todo el país, simplemente escuchando a la gente. [...] Descubrimos que las bases de todos los partidos opositores se sentían distantes de las cúpulas de sus formaciones. [...] Por la presión que hubo, muchas fuerzas políticas tuvieron que decidirse a favor de mi candidatura», cuenta el candidato presidencial alternando castellano y guaraní, los dos idiomas oficiales de Paraguay.
Lugo hace bandera de su independencia. No esconde su afinidad con varias formaciones, pero subraya que no pertenece a ninguna: «No soy el trofeo de ningún partido. Pero sí estoy canalizando las grandes inquietudes sociales y políticas del país». Tanto es así, que una reciente encuesta otorga a Concertación Nacional el 60% en intención de voto.
Sin embargo, el apoyo popular no es el principal escollo en el camino de Lugo hacia la Presidencia. Duarte ya ha advertido que su rival no tiene los requisitos legales para postularse a la Jefatura del Estado, siendo aún considerado un religioso por la Santa Sede. El líder opositor presentó su renuncia al ministerio sacerdotal precisamente para poder aspirar a la Presidencia, puesto que las leyes paraguayas no permiten que un religioso ocupe ese cargo. Pero el Vaticano no aceptó su petición y se limitó a suspenderle a divinis. «El artículo 42 de la Constitución dice que nadie puede pertenecer a ninguna organización si libremente ha renunciado a ésta», explica el ex obispo: «Hay un argumento teológico según el cual yo soy sacerdote, pero ese argumento no puede tener peso jurídico».
Dicho de otra forma, el enemigo no está tanto en Roma, sino en Asunción: «El Partido Colorado tiene oficio, sabe cómo ganar las elecciones: no ha perdido ningún comicio en 60 años. Uno puede pedir los observadores que quiera, pero no hay garantía de unas elecciones limpias». «Puede ocurrir que los colorados organicen trampas» o «que pierdan las elecciones pero no entreguen el poder», advierte Lugo, cuyo «gran temor» es que se desate una revuelta de graves consecuencias si el Estado para su candidatura.
¿Y cuál es la posición de Lugo a nivel regional? «Miro con simpatía a los movimientos que tienen la valentía de hacer rupturas históricas, pero Paraguay tiene que llevar a cabo su propio proceso». Es decir, no hay que «copiar», sino «observar» los experimentos sociales de países como Venezuela, Bolivia o Ecuador. «Correa nos dio una gran lección sobre cómo gobernar sin tener un solo parlamentario», afirma Lugo, agregando que «la democracia representativa no está funcionando en Latinoamérica», puesto que «la mayoría de los campesinos no se siente representada por sus legisladores».
Con respecto al futuro, el ex obispo se muestra realista. «Decir que la corrupción va a terminar es como decir que el pecado va a terminar, y eso me parece imposible», asegura. «El político no es el que tiene la solución mágica, sino es el que tiene que escuchar», sigue el ex obispo, quien hace tiempo preguntó a una mujer qué tipo de cambio deseaba para el país. Y ésta fue su respuesta: «En Paraguay hay unas 500 familias que viven como los dioses y un millón de familias que viven como mendigos. Eso es lo que queremos cambiar».
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