Antonio Zapata
22 años atrás se desarrolló en Lima una Cumbre semejante a la que tenemos esta semana en Lima. La anterior era una conferencia de partidos socialdemócratas. Mientras que ahora somos huéspedes de delegaciones estatales para un encuentro entre América Latina y Europa. En la configuración política de entonces, el Perú registraba la guerrilla marxista más fuerte y letal del continente. A la vez, también era muy poderosa la izquierda marxista legal. Dos décadas después no existe ni lo uno ni lo otro. ¿Qué ha ocurrido? Nuestros visitantes son políticos y a más de uno le surgirá la pregunta.
En el fondo, la izquierda legal y la subversión armada eran como el agua y el aceite. Una tenía que terminar con la otra. La legal hubiera tenido que conducir políticamente un proceso que aísle a los terroristas. Pero, no pudo. No supimos cómo hacerlo. Por su parte, Sendero Luminoso asesinó todo tipo de opositores, incluyendo muchos militantes de Izquierda Unida. Sendero batió los territorios donde operó y cayeron dirigentes de todos los partidos, incluyendo a IU. Por ello, el ascenso de Sendero, antes de su caída final, condujo al profundo debilitamiento de IU. Mataron a nuestros mejores cuadros y se redujo nuestra influencia. El ejemplo más claro es el desbande de 1992 que siguió al asesinato de María Elena Moyano, la lideresa izquierdista de las barriadas de Lima.
Luego, la izquierda legal cometió muchos errores. Se trata de la famosa generación de 1968, a la cual pertenezco y cuyo balance comparto. Más allá de lo personal, la actuación política de los hijos peruanos de Mayo ha sido muy desigual. Nuestro mayor éxito fueron los municipios conquistados y bien gestionados durante los ochenta. Hace 22 años, en 1986, la IU dominaba un tercio de los municipios del país, incluyendo Lima Metropolitana. La gestión fue positiva y, más allá de cierta inexperiencia, fue bien orientada. Era gente sana tratando de hacer las cosas correctamente en favor del pueblo.
Esta generación también inauguró una nueva sensibilidad que se ha proyectado hasta hoy. La importancia de los DDHH, el medioambiente, la cuestión étnica y otros temas de actualidad serían impensables sin el afán del 68. El mayor logro fue una obra de filantropía bien concebida y publicitada: el vaso de leche. Era un éxito y también una limitación. No era ni una reivindicación social ni política. Se limitaba al espacio de lo caritativo y definió un perfil poco político para la coalición izquierdista.
Además, tuvimos dudas con respecto a la subversión. No vimos a tiempo su carácter terrorista. Antes la sufrimos en carne propia. Estábamos atrapados entre dos fuegos y no salimos bien librados. El parentesco ideológico contribuyó a la mala imagen pública. Al fin y al cabo, los alzados en armas se reclamaban mariateguistas. Es decir, el discurso de SL y del MRTA asumía un parentesco con la izquierda legal por provenir de la misma matriz, el marxismo de los años veinte. Fuimos algo confusos y la gente nos vinculó en su imaginario. Hasta hoy no logramos desprendernos de esa identificación simbolizada en nuestro común color rojo.
Desde ahí hemos perdido todas las elecciones presidenciales y no hemos alcanzado el 1% en ninguna ocasión. Aunque el país vota al 47% por el cambio, expresado por el comandante Ollanta Humala y el nacionalismo en los comicios generales de 2006. La izquierda marxista se limita a unos consejeros del comandante o lidera minipartidos. Antes de evaporarse en el tiempo, la valiosa generación izquierdista de Mayo 1968 podría intentar una iniciativa. Esta es, retirarse para concentrarse en la formación de cuadros. Preparar a los jóvenes y dejar la representación pública. En el Perú hay mucho sentimiento por el progreso y el cambio social. Para reaparecer en el escenario, las izquierdas necesitan renovar discursos y rostros. Nuevas caras y nuevas ideas, que expresen en el lenguaje de hoy los sentimientos perennes de justicia y libertad.
Ojalá que en los próximos 22 años la rueda de la historia gire un ciclo completo. Si es así, puede ser que vuelva a ser la hora de la izquierda democrática. Esperemos que los jóvenes que educamos hoy no pierdan su oportunidad, como hicimos nosotros.
22 años atrás se desarrolló en Lima una Cumbre semejante a la que tenemos esta semana en Lima. La anterior era una conferencia de partidos socialdemócratas. Mientras que ahora somos huéspedes de delegaciones estatales para un encuentro entre América Latina y Europa. En la configuración política de entonces, el Perú registraba la guerrilla marxista más fuerte y letal del continente. A la vez, también era muy poderosa la izquierda marxista legal. Dos décadas después no existe ni lo uno ni lo otro. ¿Qué ha ocurrido? Nuestros visitantes son políticos y a más de uno le surgirá la pregunta.
En el fondo, la izquierda legal y la subversión armada eran como el agua y el aceite. Una tenía que terminar con la otra. La legal hubiera tenido que conducir políticamente un proceso que aísle a los terroristas. Pero, no pudo. No supimos cómo hacerlo. Por su parte, Sendero Luminoso asesinó todo tipo de opositores, incluyendo muchos militantes de Izquierda Unida. Sendero batió los territorios donde operó y cayeron dirigentes de todos los partidos, incluyendo a IU. Por ello, el ascenso de Sendero, antes de su caída final, condujo al profundo debilitamiento de IU. Mataron a nuestros mejores cuadros y se redujo nuestra influencia. El ejemplo más claro es el desbande de 1992 que siguió al asesinato de María Elena Moyano, la lideresa izquierdista de las barriadas de Lima.
Luego, la izquierda legal cometió muchos errores. Se trata de la famosa generación de 1968, a la cual pertenezco y cuyo balance comparto. Más allá de lo personal, la actuación política de los hijos peruanos de Mayo ha sido muy desigual. Nuestro mayor éxito fueron los municipios conquistados y bien gestionados durante los ochenta. Hace 22 años, en 1986, la IU dominaba un tercio de los municipios del país, incluyendo Lima Metropolitana. La gestión fue positiva y, más allá de cierta inexperiencia, fue bien orientada. Era gente sana tratando de hacer las cosas correctamente en favor del pueblo.
Esta generación también inauguró una nueva sensibilidad que se ha proyectado hasta hoy. La importancia de los DDHH, el medioambiente, la cuestión étnica y otros temas de actualidad serían impensables sin el afán del 68. El mayor logro fue una obra de filantropía bien concebida y publicitada: el vaso de leche. Era un éxito y también una limitación. No era ni una reivindicación social ni política. Se limitaba al espacio de lo caritativo y definió un perfil poco político para la coalición izquierdista.
Además, tuvimos dudas con respecto a la subversión. No vimos a tiempo su carácter terrorista. Antes la sufrimos en carne propia. Estábamos atrapados entre dos fuegos y no salimos bien librados. El parentesco ideológico contribuyó a la mala imagen pública. Al fin y al cabo, los alzados en armas se reclamaban mariateguistas. Es decir, el discurso de SL y del MRTA asumía un parentesco con la izquierda legal por provenir de la misma matriz, el marxismo de los años veinte. Fuimos algo confusos y la gente nos vinculó en su imaginario. Hasta hoy no logramos desprendernos de esa identificación simbolizada en nuestro común color rojo.
Desde ahí hemos perdido todas las elecciones presidenciales y no hemos alcanzado el 1% en ninguna ocasión. Aunque el país vota al 47% por el cambio, expresado por el comandante Ollanta Humala y el nacionalismo en los comicios generales de 2006. La izquierda marxista se limita a unos consejeros del comandante o lidera minipartidos. Antes de evaporarse en el tiempo, la valiosa generación izquierdista de Mayo 1968 podría intentar una iniciativa. Esta es, retirarse para concentrarse en la formación de cuadros. Preparar a los jóvenes y dejar la representación pública. En el Perú hay mucho sentimiento por el progreso y el cambio social. Para reaparecer en el escenario, las izquierdas necesitan renovar discursos y rostros. Nuevas caras y nuevas ideas, que expresen en el lenguaje de hoy los sentimientos perennes de justicia y libertad.
Ojalá que en los próximos 22 años la rueda de la historia gire un ciclo completo. Si es así, puede ser que vuelva a ser la hora de la izquierda democrática. Esperemos que los jóvenes que educamos hoy no pierdan su oportunidad, como hicimos nosotros.