sábado, 12 de julio de 2008

Discurso pronunciado en las conclusiones de la primera sesión ordinaria de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular / Raúl Castro

Jamás adoptaremos una decisión como resultado de la presión o el chantaje, venga de donde venga, de un poderoso país o de un continente entero

Raúl Castro

Compañeras y compañeros:

La Declaración de apoyo a nuestros cinco compatriotas que sufren injusta prisión en cárceles de los Estados Unidos, aprobada por esta Asamblea, es otra modesta acción en la lucha por su libertad, en la que no cejaremos hasta su regreso, con el apoyo creciente de quienes en el mundo creen en la justicia.

A Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René, enviamos un fuerte abrazo del Parlamento cubano (Aplausos).

Una parte importante de las reuniones de ayer y en esta primera sesión, por la mañana, aunque más breve, la dedicamos a analizar asuntos tan vitales como la protección del trabajador y su derecho a un retiro justo.

El anteproyecto de la nueva Ley de Seguridad Social —y repetimos algunas de las cuestiones que ya ustedes han tratado con profundidad, para información directa a nuestro pueblo—, y sobre todo los cambios propuestos en la edad de jubilación y los años laborados para tener derecho a ella, se corresponden con la realidad de un país donde la esperanza de vida es cada vez más alta y la natalidad se mantiene, desde hace algunos años, en cifras muy bajas, fenómenos típicos de países desarrollados, lo único que en nuestro caso es en un país subdesarrollado y tiene sus propias características, por lo tanto.

Permítanme dedicar unos minutos a insistir, ampliar o actualizar sobre algunos de los datos que ustedes recibieron o fueron expuestos, ayer y hoy, como ya dijimos, brillantemente por el Ministro de Trabajo y Seguridad Social, sobre todo en la versión de ayer, que fue mucho más amplia, acerca de estos dos indicadores: esperanza de vida y natalidad, que fundamentan la necesidad de modificar la Ley de Seguridad Social, con el objetivo de informar directamente a nuestro pueblo, como ya dijimos.

Aquí tengo el “Resumen ejecutivo del cálculo de la Esperanza de Vida en Cuba”, concluido hace sólo unos días por la Oficina Nacional de Estadísticas y que todavía no se ha publicado.

Leo un párrafo del mismo:

“Cuba alcanza en el período 2005-2007 una esperanza de vida al nacer de 77,97 años para ambos sexos: 76 para los hombres y 80,02 para las mujeres”.

Dicho en otras palabras, ese privilegio que disfrutan por igual todos los cubanos, nos sitúa dentro del 25% de la población del planeta cuyos niños pueden aspirar a vivir 77 o más años. Significa también que nuestros compatriotas viven cinco años más que el promedio del resto de los latinoamericanos y caribeños.

No hay diferencias notables entre las provincias, pero como dato curioso les digo que la de más bajos resultados es la capital con 76,81 años. ¿Dónde están los habaneros, de la capital, me refiero? Están allí, bien, los saludo; y los más altos están en Las Tunas con 79,28. ¿Dónde están los tuneros? Los felicito. Así que no aconsejo emigrar de oriente a occidente a quienes aspiran a vivir lo más posible (Risas).

Cabe un chiste, si me lo permiten. Esto último que dije en la realidad debiera ser así, pero no va a poder ser así; porque, por ejemplo, ningún habanero quiere ser policía, y hay que traer, no miles, decenas de miles de policías, sobre todo de las provincias orientales, con los problemas que eso trae, y que cuando ya tienen experiencia quieren retornar, una gran parte, como es natural, al lado de su familia, por la falta de vivienda, etcétera, etcétera.

Parece que los habaneros ninguno quiere ser policía. No va a poder ser así como expresábamos en el documento —y sigo haciendo el chiste; mis chistes llevan de vez en cuando algún mensaje—, porque, ¿quién va a construir en La Habana si no vienen de casi todo el país y muy especialmente de oriente constructores?, porque en La Habana casi nadie quiere ser constructor; parece que hay muchas posibilidades, aunque todos los trabajos son honrosos. Hasta maestros hay que traer de las provincias del interior, y sobre todo de oriente, para la capital. Y la capital creo que es la que más habitantes tiene.

En el futuro —nos rompemos la cabeza—, cómo resolvemos el problema de los policías, cómo resolvemos el problema, más complicado aún, de la falta de constructores, con tantas cosas que hay que construir, con las empresas de materiales de construcción que estamos haciendo un esfuerzo por desarrollar, con inversiones en nuevas fábricas de cemento que se están proyectando y el incremento o ampliación de las existentes, como uno de los componentes principales para la construcción, etcétera, etcétera.

Yo pienso —y sigo en el chiste, advertiré cuando concluya—, y le decía al ministro del Interior, Colomé, en días pasados cuando analizábamos estos problemas: “Va a llegar el momento en que tendremos que plantearles a todas las provincias, incluso, a la microprovincia de mi amigo Kcho —digo microprovincia porque es un municipio especial que siempre ha aspirado a ser provincia, y no puede ser porque va a salir más caro—, que cada una de las provincias debe tener sus constructores, debe tener sus propios maestros, y debe tener sus propios policías, por solo mencionar tres actividades importantes.

¿Qué opinan ustedes? Creo que hay que buscarlos, tenemos que ponernos a pensar. Si no vienen los orientales a cuidar los habaneros, empiezan a incrementarse los robos... Es solo para que piensen.

Se acabó el chiste, sigo en el discurso.

En el período 1950-1955, etapa en la que atacamos el Cuartel Moncada, la esperanza de vida al nacer era de poco más de 59 años, o sea, desde entonces se ha incrementado casi 20 años, a pesar de las dificultades impuestas por el bloqueo y el resto de las agresiones del imperio, a las que se sumaron posteriormente los problemas derivados del período especial. Es sin duda una gran victoria de la Revolución.

Otro indicador muy importante, por su implicación en el tema que analizamos, es cuánto más vivirá como promedio un cubano que en estos momentos arribe a los 60 años de edad. Es lo que se denomina esperanza de vida geriátrica —o sea, lo que se vive después de los 60 años de edad—, que actualmente es de 20,8 años para los hombres, el octavo lugar a nivel mundial junto a Francia e Italia —añado que Estados Unidos ocupa el 10—, y para nuestras mujeres esa esperanza de vida geriátrica es de 23,4 años, el puesto 16 en el planeta y por delante de países como el Reino Unido, Dinamarca y Noruega.

A esos años de jubilación hay que agregar los más de veinte que como norma abarca la etapa de niño y estudiante, en que lógicamente tampoco se produce nada, sino se adquieren los conocimientos necesarios, cuestión igualmente esencial.

O sea, durante un período superior a los 40 años, algo más de la mitad de la expectativa de vida de un cubano, todos los gastos en que incurre los asumen quienes trabajan, que como explicaré más adelante —y ya se ha hablado sobre ese tema ayer y hoy— tienden a ser cada vez menos los que trabajan.

Es una situación demográfica y económica muy diferente a la existente el primero de mayo de 1963, que fue el año en que la Revolución promulgó la Ley 1100, que por primera vez garantizó en nuestro país seguridad social a todos los trabajadores y sus familias.

A partir de ese día, el Estado revolucionario asumió además los gastos de las 55 llamadas “cajas de retiro”, existentes hasta entonces, incapaces de pagar las pensiones a miles de obreros que habían contribuido a estas durante toda su vida laboral, para enterarse en la vejez que esos fondos fueron robados por funcionarios de los gobiernos corruptos anteriores a 1959, y sobre todo por la tiranía batistiana, dejándolos en total desamparo.

De esa fecha, mayo de 1963, data el establecimiento de la edad de jubilación en 60 años para los hombres y 55 para las mujeres. Un momento en que el principal problema del país eran los miles de desempleados existentes, cuando los indicadores de la natalidad rompían el récord histórico y la esperanza de vida era aún relativamente baja; en el año 1963 era de 62 años.

La realidad actual es radicalmente distinta e impone extender la vida laboral activa de los ciudadanos. Recuerden que en el presupuesto aprobado por esta Asamblea para el presente año, los gastos de la seguridad y asistencia social representan el 13,8%, una cifra cercana a los 5 200 millones de pesos.

A lo anterior se suma el problema de la baja natalidad, persistente desde hace varias décadas. Este y otros factores motivaron que la población ha ido disminuyendo ligeramente en los últimos años.

En el 2006 los nacimientos llegaron al nivel más bajo en los últimos 60 años y la población decreció en más de 4 mil habitantes respecto al año anterior. El año pasado, 2007, decreció un poco menos, producto de un pequeño incremento de la natalidad, pero se mantuvo la tendencia.

La combinación de todos esos procesos comienza a reflejarse de manera desfavorable en la población en edad laboral. Si en 1980 arribaron a ella —o sea, a la edad laboral, en 1980, hace cerca de 30 años— más de 238 mil jóvenes, el pasado año esa cifra fue de algo más de 166 mil —o sea, 72 mil menos— y se estima descenderá hasta unos 129 mil para el 2020.

Esos mismos pronósticos indican —como repitió en la mañana de hoy el Ministro del Trabajo— que en el año 2025 habrá unos 770 mil ciudadanos menos en edad laboral que los actuales y en los términos de la Ley de Seguridad Social vigente, serían más los que saldrían de la vida laboral activa que los que se incorporarían a ésta.

Son además problemas, como todos los demográficos, que no pueden solucionarse en cortos plazos ¡y el tiempo pasa rápido!

Las personas con más de 60 años constituyeron en el 2007 el 16,6% de los habitantes del país (un año antes eran el 15,9%, o sea, en el 2006), y seguirá aumentando esta proporción en forma cada vez más pronunciada en los próximos años.

En realidad, no hemos descubierto nada nuevo. Como reflejan los datos en poder de ustedes, las modificaciones incluidas en este Proyecto de Ley se aplican desde hace años por naciones que enfrentan similar situación demográfica —las cifras exactas las dio por la mañana el compañero Morales Cartaya: los países desarrollados en general y la cantidad que han tenido que dar este paso—, a pesar de que, como es conocido, estos amortiguan los efectos negativos mediante el robo de cerebros y la importación de mano de obra barata procedente del Tercer Mundo. Y cuando se presentan situaciones de crisis se produce el fenómeno que acabamos de criticar con esta declaración aprobada por la Asamblea hace unos instantes.

Algunos datos. Edad de jubilación en los Estados Unidos, 65 años, tanto los hombres como las mujeres; igual en Canadá y México, entre otros de América. En Europa existen los mismos parámetros de 65 años para ambos sexos en Finlandia, Suecia, España y Alemania; y en Asia, Japón. Pudieran citarse otros.

Veamos los que tienen establecido 65 años para los hombres y 60 para las mujeres —como se propone en nuestro caso. En América están Argentina, Brasil y Chile, entre otros; en Asia, Israel e Irán, y en Europa Italia, Polonia, Rumania y Austria —que, esta última, ya anunció lo elevará a 65 años para las mujeres. Hay más ejemplos.

Además, muchos países han privatizado el sistema de seguridad social o no abarca a toda la población. En buena parte del mundo, el neoliberalismo ha optado sencillamente porque el Estado se vaya quitando de encima el problema y cada cual se las arregle como pueda.

Y no se trata sólo de cifras, es evidente que la generalidad de los cubanos, como todos aquellos que en el mundo cuentan con adecuados servicios de salud y una alimentación satisfactoria, llegan en buenas condiciones físicas y mentales a los 60, los 65 e incluso a edades más avanzadas. Es algo que se aprecia a simple vista, aunque como ocurre en toda regla, hay excepciones que la Ley tiene en cuenta.

Además, en su inmensa mayoría son profesionales, técnicos o personas que dominan un oficio valioso, a veces deficitario y sumamente necesario al país, por tanto se sienten en posibilidades de seguir aportando y de recibir la retribución correspondiente.

Esta es una vía al alcance de las reales posibilidades económicas actuales, de incrementar los ingresos de un importante sector de la población, me refiero, desde luego, a quienes se jubilen de acuerdo con las normas de la nueva ley.

Me he extendido, pero pienso que el tema lo merece.

El anteproyecto de Ley presentado incluye otras posibilidades, como la de reincorporarse al trabajo recibiendo el salario completo a quien se jubile bajo las nuevas reglas, repito: bajo las nuevas reglas. También modifica el cálculo de las pensiones, de forma que los que se jubilen cumpliendo los nuevos requisitos de edad y número de años trabajados, recibirán una pensión superior, más en correspondencia con el aporte, el salario y la permanencia laboral.

Además se estudia, aunque no como parte de esta Ley, la posibilidad de tener más de un contrato laboral y percibir la totalidad de los ingresos correspondientes, por la persona que lo desee, el denominado pluriempleo.

Como ya se ha explicado, la aplicación de las nuevas reglas será un proceso gradual que abarcará los próximos siete años, con el objetivo de no afectar a los trabajadores que arribarán en ese período a las edades de jubilación previstas en la Ley actual, y deseen acogerse sólo a sus beneficios.

Incluso se pensó inicialmente en una etapa de transición de diez años, pero mientras más la extendamos, se nos vendría encima una crisis cada vez mayor, ya que, como se ha anunciado, a partir del año 2020 —que faltan sólo 11 años— serían más los que saldrían de la vida laboral activa que los que se incorporarían a ésta, en los términos de la Ley de Seguridad Social vigente. Recuerden, además, lo que se dijo también, y hace unos momentos lo decía en este discurso, en el año 2025 tendremos unos 770 000 trabajadores menos. De ahí la decisión de proponer que sean en siete años.

Una vez incorporadas las consideraciones emitidas por los diputados en estos días y las que se recibirán de las consultas previstas con los trabajadores, se redactará el proyecto de Ley que someteremos a la aprobación de la Asamblea en la próxima sesión ordinaria, a finales de año.

Es un nuevo paso, de los muchos que habrá que dar, en el establecimiento de normas y mecanismos dirigidos a que el salario recupere su papel.

Añado solamente que se continúa estudiando integralmente el problema del salario, para irlo incrementando de manera gradual y según prioridades. No menciono fechas ni sectores. Dependerá de la situación económica del país, inevitablemente vinculada a la crisis existente hoy en el mundo, la cual puede incluso agravarse. Es mi deber expresarlo con franqueza, pues no sería ético crear falsas expectativas. Decir lo contrario sería engañarlos.

Paso a abordar otro importante asunto: hoy nos faltan maestros y profesores. Por diversas causas miles ya no están en las aulas, algunos por jubilarse y otros al asumir nuevas responsabilidades fuera del sector de la educación, pues resultan cuadros idóneos para múltiples tareas y en todas partes los apetecen. A estos factores se suman los problemas del salario.

Y como una muestra de lo que dije, a los que ejercen o no, en el Consejo de Estado y en el Parlamento, yo les rogaría a los presentes que levanten la mano aquellos que lo son, o fueron maestros o profesores (Un grupo lo hace). ¿A ver en el Consejo de Estado? (Otros también). Podríamos fundar casi una universidad con ustedes (Risas).

Por lo tanto, hago un llamado a esos maestros y profesores a regresar a su noble profesión. En el caso de los jubilados aún con posibilidades de aportar su profesionalidad y experiencia frente a un aula, propondremos al Consejo de Estado, antes de que comience el nuevo curso escolar en el próximo septiembre, que hasta tanto se apruebe la nueva Ley de Seguridad Social a fines de año, autorice provisionalmente y de forma excepcional, que reciban desde su reincorporación, o sea, los maestros retirados que regresen, el salario íntegro previsto para la plaza, sin perjuicio del derecho a la pensión como jubilados, que reciban los dos completos (Aplausos).

Ahora, no basta con estas declaraciones ni los aplausos, empezando por el sindicato, la CTC, el Partido, las organizaciones de masa, que pueden colaborar mucho en esto, y todos nosotros hagamos un esfuerzo, porque el que más y el que menos conoce a un maestro; que, naturalmente, no basta la buena disposición. Hay que ver, según las normas que establezca la nueva Ministra de Educación, los que son aceptados o no.

Confiamos en que serán muchos los que regresarán para seguir aportando al avance de nuestra educación y con ello apoyar la preparación y el desarrollo de los maestros jóvenes, esos que han contribuido a que Cuba siga ocupando un lugar cimero en este decisivo frente, como lo demostró el reciente estudio realizado por la UNESCO, que sitúa a nuestro país en el primer lugar entre todos los de América Latina, en matemáticas y lectura de tercer grado y en matemáticas y ciencias de sexto grado, con más de 100 puntos por encima de la media regional. Existen deficiencias, las conocemos, pero no hay dudas de que nuestros maestros y profesores merecen el mayor reconocimiento y respeto de toda la sociedad, muy especialmente de padres y alumnos.

Recuerdo cuando hace unos años, ante la necesidad de modernizar de forma masiva nuestro armamento, se hizo igual llamado a los ingenieros, técnicos, obreros calificados y demás especialistas de la Industria Militar ya jubilados. Fueron muchos los que respondieron y se mantienen trabajando, entre ellos unas cuantas abuelas y abuelos.

Volviendo al tema del salario, todos quisiéramos ir más rápido, pero es necesario actuar con realismo, como no lo hacen quienes propalan por todo el mundo la absurda, aunque nada ingenua mentira, de que un trabajador cubano gana como promedio el equivalente a 17 dólares mensuales.

Recordé cuando el Ministro del SIME informaba el salario medio en 436 pesos. Dividido por 25, ¿cuánto da? Diecisiete o dieciocho dólares. Verás mañana mismo, en la prensa internacional que refleje tus palabras, que al citar eso pondrán: “Equivale a 17 ó 18 dólares mensuales.”

Simplemente parten de dividir el salario medio en Cuba por la tasa establecida para las casas de cambio conocidas por CADECA, es decir entre 25. Lo hacen a sabiendas de que con 30 veces esos 17 dólares —por decir una cifra bien conservadora—, nadie en ningún país capitalista puede pagar aquello a que tiene acceso normalmente cualquier familia cubana, y sabemos los problemas que existen.

Un solo ejemplo, un núcleo familiar promedio paga mensualmente unos 118 pesos por los productos normados, todos subsidiados, cuyo costo a los precios actuales es de 61 dólares.

No significa que estemos satisfechos con lo alcanzado. Conocemos las dificultades, los productos que escasean o no alcanzan, y trabajamos para que sean menos cada día. Mientras más aportemos todos, más rápido se logrará, pues hay que estar consciente de que cada aumento de salario que se apruebe o precio que se establezca debe corresponder con las posibilidades de la economía.

De lo contrario, simplemente aumenta el dinero circulante, suben los precios de manera automática y no hay aumento real del poder adquisitivo. Estas no son cuestiones que se resuelvan con un decreto. En nuestro caso son aún más complejas porque la Revolución no aplica las llamadas “terapias de choque” —que ya empezamos a ver en todos los continentes en estos momentos—, que no son más que cargar sobre el pueblo todas las consecuencias de la crisis. Además subsisten vicios en la mente de cuadros y trabajadores como la indisciplina o la tolerancia ante ella, con incidencia directa en la productividad y la eficiencia.

Que el trabajador se sienta dueño de los medios de producción, no depende sólo de explicaciones teóricas —en eso llevamos como 48 años— ni de que su opinión se tenga en cuenta en la actividad laboral. Es muy importante que sus ingresos se correspondan con el aporte personal y el cumplimiento por el centro de trabajo del objeto social para el que se constituyó, es decir, alcanzar la producción o la oferta de servicios que tiene establecido.

En resumen, que cada cual reciba según su trabajo, y para ello deben cumplirse las siguientes premisas insoslayables:

Primero, que ese trabajo realmente aporte lo que todos después demandan recibir.

Segundo, orden, control y rigurosa exigencia que aseguren eficiencia, ahorro y eviten robos o desvíos de recursos.

Tercero, eliminar las gratuidades indebidas y el exceso de subsidios. Repito, eliminar las gratuidades indebidas y el exceso de subsidios.

Cuarto, un adecuado sistema de impuestos y contribuciones, de forma que todos aportemos al sostenimiento de servicios que se brindan gratuitamente o a precios fuertemente subsidiados, y a financiar actividades como la defensa, la seguridad y el orden interior, la administración pública y otras muchas imprescindibles para el funcionamiento de cualquier país.

Estoy tratando de recordar en qué momento hemos oído ese término de impuesto, porque me contaba un compañero el otro día que en un pequeño barrio de la provincia de La Habana, un campesino ganadero, contento con sus vacas, los planes que tenía de incrementar, al pago que ahora se les hacen, ya estaba organizando hacer el segundo piso en su casa, en el techo, para su hijo, estaba poniendo las primeras cabillas, y el compañero, que es de la ciudad y no conoce mucho del campo, le preguntó: “¿Y cuánto tú pagas de impuesto?” Y el otro le contestó: “¿Y eso qué es?”

Eso del campesino no es que sea un ignorante. A esta altura hay que ver cuántos ancianitos nos quedarán por ahí, entre el Ministerio de Finanzas y de Economía y Planificación, etcétera, que sepan algo de impuesto. Lo señalo porque hay que aplicarlos, y es un medio, además, de regulación de muchas cosas.

A fuer de sincero, les puedo decir que llevo semanas esperando el dato de cuántas cosas son gratis en este país o subsidiadas. Son tantas que todavía no tengo los datos.

En las noches de desvelo, que muchas veces son por estos temas, digo: “Estamos construyendo el socialismo”. Después hago una mención de las reflexiones de Fidel, cuando el discurso famoso en el Aula Magna de la universidad hace unos años, y me pregunto: “¿Estamos haciendo el socialismo? Porque a fuer de sincero, también digo que, además de estos problemas que estamos analizando de la nueva Ley de Seguridad Social, se trabaja poco, se trabaja menos. Esa es una realidad que ustedes la pueden comprobar en cualquier rincón del país. Perdonen la crudeza de mis palabras, no es obligatorio estar de acuerdo con ellas.

Socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es igualitarismo. Este, en última instancia, es también una forma de explotación: la del buen trabajador por el que no lo es, o peor aún por el vago.

Otro asunto decisivo es que la fuerza de trabajo esté donde se necesita. Por eso les decía que cada provincia debía tener sus propios maestros, sus propios médicos, sus propios constructores, etcétera. Y como somos una sola nación, y muy unida, si algún territorio necesita alguna ayuda, de cualquier tipo y en cualquier circunstancia, la recibirá de los demás; pero el Partido, las organizaciones sociales y de masas, los órganos del gobierno provinciales y municipales tienen que pensar en esas cuestiones, y como ustedes verán, lo que queremos es que pensemos y profundicemos. Y en todas esas visitas de los diputados —correcta decisión— a los municipios adonde fuimos elegidos es correcta, pero no ir por ir, no permitir que les hagan, como sucedió muchas veces, que nos reciben como si fuéramos una delegación extranjera o un representante del Cuerpo Diplomático, con un programita prefabricado.

Los menos jóvenes no recuerdan que desde este mismo atril, cuando las provincias informaban, que hace tiempo no informan, un presidente de gobierno, buen compañero, leyó un informe aquí, que yo no tuve más remedio —a pesar de la pena que me daba y la vergüenza ajena que me daba— que pronunciar un discurso fuerte, que trajo como consecuencia las destituciones de los responsables de eso, empezando por el Primer Secretario del Partido de la provincia, que fue Granma. ¿Dónde están los granmenses? ¿Se acuerdan de aquello? Todo preparadito, y aquí muchos diputados hablaron, diciendo maravillas de la provincia.

Recuerdo que nosotros hicimos alguna inspección; recuerdo que a Machado, que sabían que iba a visitar una escuela, le habían cortado la hierbita hasta del trillo en el campo por donde tenía que pasar. Y como fui a un lugar donde había muchos movilizados, yo veía desde el ómnibus —donde iban conmigo el secretario, el Presidente del Gobierno y otros compañeros, iba un grupo grande— que dondequiera había una bandera y una reunión, y era que lo habían preparado; sí, yo me di cuenta, pregunté: “¡Eh!, ¿y por qué están reunidos, son las 4:00 de la tarde?” Banderas, banderas cubanas, banderas del 26, no sé si estábamos próximos a algún aniversario, y me dijeron una mentira inaceptable: “No, como están en la emulación, ahora están analizando.” Digo: “Dale para atrás, métete ahí”, y entro a un campamento. Enseguida se presentaron los jefes del campamento, el discurso ya estaba escrito, el orador estaba ronco de practicarlo (Risas), porque delante de los propios dirigentes le dije: “Estás ronco, es que lo practicaste mucho.” Y dice: “¡Oh!, desde que me llamó el Secretario del Partido estoy practicando” (Risas).

Los menos jóvenes se acordarán de eso. Yo, que sigo joven, me sigo acordando de eso y jamás se me olvidará.

Otro asunto decisivo —les decía— es que la fuerza de trabajo esté donde se necesita. De lo contrario, pregunto, ¿quién va a sembrar para obtener los alimentos que consumimos y suben constantemente de precio en el mercado internacional? Yo lo simplifico a veces y pregunto: ¿Quién va a sembrar los frijoles? ¿Quién va a construir las obras que se requieren? ¿Quién va a producir lo necesario para mantener esos crecientes gastos de la seguridad social de que hablábamos, de la salud, la educación?, por sólo mencionar esas tres importantes conquistas sociales, a las que el país destina cerca del 43% de los gastos presupuestarios, y si les añadimos los del deporte y la cultura, estas cinco esferas: seguridad social, salud, educación, deporte y cultura representan el 55% del Presupuesto Nacional del presente año; el 45% es para el resto de las actividades del país.

Las plazas que otorgan los centros educacionales deben ser proporcionales a las necesidades y posibilidades futuras de empleo de cada lugar específico. Repito: Las plazas que otorgan los centros educacionales deben ser proporcionales a las necesidades y posibilidades futuras de empleo, y además ser ocupadas por los realmente interesados en llevar a la práctica esos conocimientos. Pregunten cualquier dato, que hay quien se gradúa en una cosa y a los tres meses está en otra, y eso cuesta. Hay quien por no ir a un lugar se matricula en un tecnológico y después hace sus maniobras y sus cosas para ir a otro lugar.

Ustedes vieron a una diputada aquí hablar de las necesidades de los politécnicos, tecnológicos, dijo, para el Ministerio de la Industria Sideromecánica.

Aquí voy a hablar de la agricultura y de las tierras que se entregarán. ¿Estará por ahí María del Carmen, la ministra de la agricultura?, que anoche te pregunté un dato en la reunión que tuvimos del Consejo de Estado y del Buró Político, donde analizamos estas cuestiones y este discurso.

¿Tienes el dato de cuántos agrónomos tenemos graduados en el país y cuántos están trabajando en su especialidad?

María del Carmen Pérez.— Sí. Ayer después conversé con el compañero Fernández y veía que en total se habían graduado más de 31 000 agrónomos, y en estos momentos en el sector, en el Ministerio de la Agricultura —no hablo del Ministerio del Azúcar— tenemos un 8%, alrededor de 6 000 ó 7 000 graduados de ingeniería agrónoma.

Raúl Castro.— Deben haberse muerto algunos, algunos fallecidos, etcétera.

El Ministerio del Azúcar debe tener menos; no te pregunto (Se refiere a Ulises Rosales), que a ti no te pregunté ayer, ¿o lo tienes en la mente? ¿O me dices un más o menos?

Ulises Rosales.— Compañero General de Ejército, nosotros tenemos el 20% y con los que están estudiando completamos, somos privilegiados por lo que se decidió con la tarea Álvaro Reinoso.

Raúl Castro.— Claro, y la reducción del sector.

Pero ese es un ejemplo y no es el más elocuente. Pero a nivel territorial ustedes mismos pueden comprobarlo.

Gracias a los dos.

La armonía en la planificación y la organización es esencial en el socialismo. Su ausencia puede conducir a un caos más peligroso que el característico del capitalismo, donde las leyes del mercado terminan por establecer cierto orden y equilibrio, aunque sea a costa del sacrificio de miles de millones de seres humanos a escala mundial.

En el socialismo es indispensable que en los planes económicos la asignación de recursos se ajuste estrictamente a los ingresos disponibles. No podemos aspirar a que 2 y 2 son 5; 2 y 2 son 4; más bien a veces en el socialismo 2 y 2 da 3.

Les transmito estas ideas en primer lugar para incitarlos a pensar, no sólo a ustedes, compañeras y compañeros diputados, sino a todos los compatriotas, a todo el país. Algunas son valoraciones personales que no deben interpretarse como inmutables. Son asuntos que estamos en el deber de estudiar y debatir con profundidad de manera objetiva, única forma de continuar aproximándonos a las fórmulas más convenientes para seguir adelante con la Revolución y el socialismo.

No olvidemos la reflexión del compañero Fidel, en aquella trascendental intervención en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre del 2005, cuando dijo:

“Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo”, hasta aquí sus palabras.

También es un concepto de validez permanente que mientras menos recursos existan, mayor disciplina se requiere y más hay que prever, planificar, organizar, exigir y ahorrar. Así lo impone con urgencia la actual coyuntura económica internacional y, por lo tanto, la nuestra.

Ya yo no soy muy joven, aunque me sienta joven, y muchas de estas cuestiones las hemos comprobado, las hemos practicado. Cuando teníamos un gigantesco ejército que llegó a tener, contando los 55 000 hombres que había al final en Angola, alrededor de 280 000 hombres y 50 000 oficiales, se creó una situación muy difícil, aunque ya habíamos hecho las correspondientes reducciones paulatinamente cuando cayó la Unión Soviética, y esto lo practicamos nosotros en las Fuerzas Armadas, y nos dio resultado, y hemos tenido éxito en todo.

Pero vale la pena repetir este concepto. “También es un concepto de validez permanente que mientras menos recursos existan, mayor disciplina se requiere y más hay que prever, planificar, organizar, exigir y ahorrar. Así lo impone con urgencia la actual coyuntura económica internacional”.

En el 2003 el barril de petróleo se cotizaba en alrededor de 28 dólares. En igual fecha del pasado año ya estaba entre 70 y 80. En días recientes rompió la barrera de los 145 dólares, más de cinco veces el precio de hace apenas cinco años, y es imposible predecir hasta dónde será la escalada, ya que su agotamiento a nivel mundial es más rápido de lo calculado. Como un ejemplo de lo expresado, hace unas horas, en Europa, el precio del barril rebasó los 147 dólares, el petróleo de Brent, del norte; estuvo a 145 hace unas 72 horas, bajó un poco, después hace unas horas se puso ese a 147; no había movimiento en el mercado de Estados Unidos y, mientras estábamos en el receso del almuerzo, en Nueva York alcanzó la misma cifra, un poco más, 147,50. El dólar siguió devaluándose.

A lo anterior se suman otros factores como la producción de agrocombustibles, la especulación financiera y la devaluación del dólar —por citar sólo algunos de los fundamentales— que han disparado los precios de prácticamente todos los productos destinados a la alimentación humana y de los insumos para producirlos.

Tres ejemplos. En julio del 2007, el costo de importar una tonelada de arroz ya se había elevado hasta 435 dólares, hoy exige erogar 1 110 por tonelada, lo que antes era 435. Igual cantidad de trigo, una tonelada, el año pasado, cuando hablábamos en Camagüey, se compraba por 297 dólares, ahora requiere más de 409. Y como dije el 26 de julio en Camagüey, la tonelada de leche en polvo se cotizaba en ese momento al astronómico precio de 5 200 dólares mientras hace cuatro años se adquiría por unos

2 100, menos de la mitad del precio actual.

¡Todo sube!, y para colmo, entre los que más han crecido están los precios de los fertilizantes, esenciales para que los rendimientos sean mayores. Uno de los más importantes, la fórmula completa de cultivos varios, elevó su precio de 303 dólares la tonelada en julio de 2007, a 688 en este momento. Otro fertilizante muy empleado, la urea, la tonelada costaba unos 400 dólares hace un año, ahora hay que pagar casi 700. ¡Parece obra del diablo!

Se va cumpliendo de manera abrumadora la predicción de Fidel en su Reflexión del 28 de marzo del 2007: “Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo”, así la tituló. Y para tan terrible realidad no se vislumbran soluciones, al menos con la inmediatez que se requiere.

Y la situación puede incluso empeorar, aunque algunos se empeñen en cerrar los ojos ante ella. Seguiremos haciendo cuanto esté a nuestro alcance para que esas serias adversidades afecten lo menos posible a nuestro pueblo, pero es inevitable que sufriremos cierto impacto en determinados productos y servicios, pues además el enemigo está haciendo hasta lo imposible para multiplicarnos las dificultades, con la absurda aspiración a ponernos de rodillas.

Ante cada medida adoptada últimamente en nuestro país, sale enseguida algún funcionario del gobierno de los Estados Unidos, desde un vocero hasta el propio Presidente, calificándola de “insuficiente” o “cosmética”.

Aunque aquí nadie les ha pedido opinión, reitero que jamás adoptaremos una decisión, ¡ni la más mínima!, como resultado de la presión o el chantaje, venga de donde venga, de un poderoso país o de un continente entero.

Ya lo demostramos cuando bajo el dictado del gobierno de los Estados Unidos, nos expulsaron de la OEA y todos los países latinoamericanos, con la honrosa excepción de México, rompieron relaciones diplomáticas con Cuba.

También recordamos cuando en 1996, bajo la misma batuta imperial, los países de la Unión Europea adoptaron la llamada “posición común” contra Cuba.

A estos supuestos acusadores, en primer lugar a los Estados Unidos, los pueblos los han sentado en el banquillo de los acusados, por los cientos de personas mantenidas durante años en el territorio usurpado a nuestro país por la Base Naval de Guantánamo, en condiciones infrahumanas y desconociendo las normas universalmente aceptadas de trato a prisioneros.

Millones de personas en el planeta los condenan por los cientos de miles de civiles asesinados por las bombas y la metralla del ejército de ocupación, a los que eufemísticamente llaman “daños colaterales”; por el empleo indiscriminado de la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y las cárceles clandestinas; por llevar a cabo o ser cómplices de traslados secretos de prisioneros y otras graves violaciones de las leyes y los derechos humanos.

Es iluso soñar que un pueblo que ha resistido actos terroristas, guerra económica y agresiones de todo tipo durante medio siglo, va a renunciar a conquistas fruto de enormes sacrificios, sólo para satisfacer a determinados círculos de poder de los Estados Unidos o a quienes los secundan en otras partes.

La desigual batalla de esta pequeña isla frente a tan poderoso enemigo le ha granjeado el respeto de los pueblos y de gran parte de los gobiernos, fundamentalmente de los países del Tercer Mundo. Otros, aunque no comparten algunas de nuestras ideas, han asumido una actitud más realista.

Voy a abordar ahora otro asunto importante de nuestra economía. Tenemos que revertir definitivamente la tendencia al decrecimiento del área de tierra cultivada, que entre 1998 y 2007, en sólo 9 años, disminuyó en un 33% —una tercera parte de la tierra cultivada—, en lo que influyeron de manera considerable las limitaciones impuestas por el período especial. Dicho en pocas palabras: ¡hay que virarse para la tierra! ¡Hay que hacerla producir!

Se trabaja sin improvisaciones ni apresuramientos. Ya existe una estrategia clara y un plan de acciones desde el nivel nacional hasta la base productiva.

Son ideas acerca de cómo debe ser la agricultura y la ganadería en Cuba en el momento actual, en que alrededor del 75% de la población es urbana, lo que no quiere decir que el 25% restante trabaje en el campo. Por lo tanto, no puede quedar una hectárea apta sin sembrar, en primer lugar en la periferia inmediata de cada poblado y ciudad. Es mucho más económico aprovechar óptimamente esas tierras cercanas que el incosteable traslado de trabajadores o estudiantes a grandes distancias, a veces para laborar media jornada. Así evitamos pérdidas y baja productividad.

Ahí están los magníficos resultados de la agricultura urbana, que sin recurrir a movilizaciones ni a grandes gastos realiza una notable producción de vegetales y ha contribuido al hábito de consumir ese importante alimento y además proporciona empleo a más de 300 mil personas, incluidas unas 67 mil mujeres y alrededor de 40 mil jubilados.

Son propuestas realistas para un país cuyos recursos no siempre permiten acudir a las modernas tecnologías, muy productivas, pero caras y que además consumen combustible. Las emplearemos cuando se justifique económicamente, como se viene haciendo con la maquinaria e implementos agrícolas, los productos químicos, los sistemas de riego y los cultivos protegidos, con resultados alentadores aunque todavía incipientes.

Pero también hay notables experiencias de productores que alcanzan buenos resultados combinando la ciencia con el buey, el abono orgánico, otros medios tradicionales y sobre todo mucho y eficiente trabajo.

Admiro la gran empresa estatal socialista, incluidas las agropecuarias, y no renunciaremos a ellas. Conozco varias que producen con eficiencia. Lo anterior no niega en absoluto el papel de la cooperativa en sus diversas modalidades y del pequeño agricultor, de los que también puedo poner ejemplos muy destacados.

Todas son formas de propiedad y producción que pueden coexistir armónicamente, pues ninguna es antagónica con el socialismo.

Durante el proceso de reflexión sobre el discurso del 26 de julio el pasado año en Camagüey, realizado a lo largo y ancho del país, se hicieron más de 141 mil planteamientos referidos a la producción o el precio de los alimentos. Fue uno de los temas más abordados.

En los doce meses transcurridos se ha trabajado para implementar lo que afirmé en esa ocasión: la tierra, los recursos y todo el apoyo necesario estarán cada vez más a disposición de quienes produzcan con eficiencia, independientemente de que sea una gran empresa, una cooperativa o un campesino individual.

En fecha muy próxima, tan próxima que puede ser la próxima semana, se aprobarán —se puede decir se aprobó ya anoche en una reunión conjunta del Buró Político con el Consejo de Estado y otros invitados— las disposiciones legales para iniciar la entrega en usufructo de tierras ociosas a quienes estén en condiciones de ponerlas a producir de inmediato, y se adoptarán otras medidas asociadas a la actividad agropecuaria.

Ya se han ido poniendo en práctica algunas necesarias para asegurar este proceso, como la creación de las delegaciones municipales del Ministerio de la Agricultura y el reordenamiento de su sistema de empresas.

El Partido, el Gobierno y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, la ANAP, desde el nivel central hasta los municipios, están siguiendo de cerca este proceso, que inevitablemente requiere algún tiempo para que los resultados sean notorios, sobre todo en medio de una situación económica internacional desfavorable.

Ahora se impone como nunca invertir con racionalidad nuestros limitados recursos, esencialmente en la obtención de utilidades que permitan costear los ya elevados gastos sociales del país. La producción de alimentos, la sustitución de importaciones y el incremento de las exportaciones, continúan siendo líneas fundamentales. Además el ahorro, que como ha orientado el compañero Fidel, es hoy nuestra fuente de recursos más inmediata y factible. En primer lugar, el combustible.

Establecer prioridades y cumplirlas estrictamente. Postergar las inversiones que no sea imprescindible acometer de inmediato. Donde resulte posible, lógico y se puedan crear las condiciones, acudir al doble turno para utilizar mejor los equipos disponibles y acortar el tiempo de terminación de las obras, muy especialmente en el sector de la construcción.

Aprovechar las instalaciones existentes. Por ejemplo, remodelando viejas edificaciones subutilizadas, de las que hay bastantes por todo el país, es posible ubicar, como ya se está haciendo, el equipamiento de las nuevas industrias que se construyen como parte de los programas de la Alternativa Bolivariana para las Américas, el ALBA, especialmente en colaboración con Venezuela.

Otro asunto en el que quiero detenerme es el consumo de alimentos y demás productos destinados a comedores obreros, escuelas, hospitales, etcétera, o sea, no hablo de los que se venden por la libreta de abastecimiento o en forma liberada.

En esa esfera, que los especialistas han denominado “consumo social”, no puede continuar el derroche, la falta de planificación, el descontrol ni su crecimiento desmedido.

Sobran ejemplos recientes de cuánto todavía se despilfarra, se emplea en un destino diferente al previsto en los planes o se inmoviliza en un almacén.

Mencionaré algunos casos detectados en una reciente visita realizada por el Comité Central del Partido a centros de la capital, o sea, centros de trabajo, hospitales, escuelas, a partir de una experiencia iniciada por el Ministerio de Comercio Interior.

Aprovecho para reconocer los esfuerzos que viene realizando este ministerio, que es muy complejo y difícil, en particular su jefe, para cambiar justificaciones por espíritu de resolver los problemas. No es solo un reconocimiento merecido, es a la vez una nueva alerta a cuantos administran o dirigen: revísense constantemente, siempre pensando que nada es perfecto y que todo puede hacerse mejor.

Primera conclusión de estas visitas: mes tras mes se entrega la asignación completa de alimentos, como si nadie faltara un solo día al centro de trabajo o estudio.

Resultado: alimentos por encima del inventario autorizado, que es de 45 días de cobertura, en la mayoría de los centros visitados. No mencionaré nombres, no es el objetivo, pues desafortunadamente es algo bastante generalizado, repito, bastante generalizado.

Dije que debía tener cubierto 45 días, ¿no? Arroz: un hospital con 147 días de consumo, otro hospital con 123, y otro hospital 119 días; un centro de estudios interno 88 días, el doble, otro 86 días, de ese alimento que ha incrementado su precio en más del doble en el último año y vale más de mil dólares la tonelada de arroz.

Azúcar, aquí la cosa es en grande: un centro de estudios con una cobertura de 908 días ¡más de dos años!, otro centro de estudio con 639 días, otro con 294 días; un centro de trabajo con 300 días de azúcar, otro 136

Aceite: un centro de estudios 206 días, un centro de trabajo 128.

Son cifras impresionantes y espeluznantes. Imagínense esta situación en los miles de comedores existentes en Cuba. Todo eso crea además condiciones propicias para el robo, el desvío o el propio deterioro de los alimentos.

Es la consecuencia de abastecer con métodos burocráticos, sin molestarse en comprobar cuántos productos sobraron del mes anterior para completar lo necesario. No, si le toca tanto todos los meses le dan tanto, y si un mes, porque se retrasó un barco o por lo que sea, no le dieron lo que corresponde, en el mes próximo le dan lo del mes y lo que dejaron de darle en el mes anterior. Y son alimentos que en muchos casos se distribuyen gratuitamente o se venden a precios muy inferiores a los reales, que suben a diario. Basta decir —observen esto— que para importar el mismo volumen de alimentos que en el 2007, el año pasado, la misma cantidad, este año se requerirían 1 100 millones de dólares más, para recibir lo mismo. Fíjense si es espeluznante lo que estoy narrando.

Sé de organismos, muy pocos por cierto, donde esto no ocurre, sencillamente porque se planifica, controla y exige. Es por tanto algo que está en manos de nosotros resolver, sin recursos adicionales y en muy breve tiempo.

Son problemas nuestros. Surgirán otros en el futuro, así es la vida, pero cada vez que detectemos algo mal hecho, hay que trabajar sin descanso hasta eliminarlo.

En realidad los retos son grandes y difíciles, pero de situaciones peores ha salido airoso nuestro pueblo.

Permítanme poner un ejemplo de las FAR —me da vergüenza, hasta el otro día fui el ministro de las fuerzas armadas—, pues pienso que encierra una valiosa experiencia para momentos como estos.

La desaparición de la Unión Soviética significó la pérdida de suministros decisivos para la defensa del país, en momentos en que nuestra economía no podía asegurarlos.

Primero dijimos que los frijoles eran tan importantes como los cañones, y cuando la situación se agravó, llegamos a afirmar que los frijoles eran más importantes que los cañones. Algo similar le sucede en estos momentos al país.

No hubo lamentos ni justificaciones. Las tropas marcharon a los campos agrícolas y en un plazo relativamente breve produjeron sus alimentos, salvo los que no resultaba lógico o posible, no vamos a producir sal o azúcar, o trigo, que no se puede dar en Cuba. De forma simultánea se fueron organizando las estructuras empresariales que asumieron gradualmente esas producciones, y los combatientes regresaron a sus actividades habituales. Se creó la Unión Agropecuaria Militar, cuyas siglas dicen UAM.

Han transcurrido más de 15 años desde entonces. Hoy la preparación para la defensa del país es más efectiva que nunca, incluyendo la Operación Caguairán, que debe ser del conocimiento de todos ustedes y que continúa exitosamente, y además logramos modernizar el armamento ­—desde la caída de la Unión Soviética no hemos adquirido armamentos, porque tienen precios prohibitivos, y modestamente, con la colaboración de otros órganos de la Administración Central del Estado, los hemos movilizado, los hemos modernizado y constituyen una gran proeza, porque se ajustan perfectamente al tipo de guerra que libraríamos si fuéramos invadidos por el más poderoso país del planeta, que es Estados Unidos. Hemos adquirido piezas de repuestos, además de las que hacemos, decenas de miles de mirillas telescópicas para los francotiradores, si vamos a hablar de armamentos, y algunas cosas menores; pero somos más fuertes que nunca—, gracias al esfuerzo y la inteligencia de los ingenieros y obreros de numerosos organismos, tanto militares como civiles. Y esta importante tarea continúa, es permanente.

Las FAR siguen produciendo alimentos y ya abastecen el 79% de sus necesidades, ahora mediante 24 grandes empresas agropecuarias militares donde laboran miles de trabajadores civiles. La mayoría funcionan, además, con eficiencia y generan utilidades.

Por eso soy un admirador y firme defensor de la gran empresa estatal socialista industrial, agropecuaria o de lo que sea, pero no subestimo ni a las cooperativas ni a los campesinos, como dijimos.

Y el que más y el que menos tiene un pariente en el Servicio Militar y les pueden preguntar la calidad y cantidad de la comida.

Ese espíritu que les acabo de explicar, de hace alrededor de 15 años, prendió en nuestro pueblo, el de ¡Sí se puede! Por eso venció obstáculos al parecer insalvables en la etapa más crítica del período especial.

Así vamos a hacerlo nuevamente, como siempre —y no estoy proponiendo que empecemos a cerrar fábricas y llevar obreros al campo, por eso decimos que lo primero es, toda la tierra, sea del que sea, próxima a todas las ciudades y poblados, de todos los tamaños, es traer la tierra a la ciudad, para no tener que llevar la ciudad al campo, empezar por ahí—, con el esfuerzo unido y consciente de todos los patriotas. Produciremos alimentos, preservaremos las principales conquistas de la Revolución y seguiremos avanzando sin descuidar un minuto la defensa.

Dediquémonos, con modestia y sin fanfarria, cada cual en el puesto que le corresponde, al cumplimiento diario y estricto del deber. Repito: Dediquémonos, con modestia y sin fanfarria, cada cual en el puesto que le corresponde, al cumplimiento diario y estricto del deber.

¡Pienso que esta es la clave para vencer!

Muchas gracias.

(Ovación)

Bueno, ¿creen que estén de acuerdo?

Alarcón, usted que es un hombre experimentado en aplausos y votaciones, ¿piensa que están de acuerdo los diputados? (Aplausos.)

Les ruego que se sienten brevemente. Ya esto es extraoficial, aunque puede considerarse como parte del discurso.

Como ya decía en el discurso, hay cuestiones que son opiniones personales y que no son inmutables, hay otras que son conceptos, son ideas, otras son informaciones. Este mismo fenómeno con los precios de los alimentos y este mismo fenómeno (lo del consumo social), que lo acabamos de decir, esto es como para que no llegue al 26 de Julio; pero, bueno, faltan solo 15 días para el arribo del 55 aniversario de los ataques a los cuarteles del Moncada y de Bayamo, “Carlos Manuel de Céspedes”.

Aquí hay cuestiones que son, como les dije, para pensar y hay cuestiones que son directivas, ya que ustedes están de acuerdo, como órgano supremo del poder del Estado, con lo que dijimos ahí; puede ser que alguno no esté de acuerdo con algunas de las cuestiones planteadas, por eso digo que hay unas que son simples expresiones y opiniones personales y otras que son conceptos, pero que constituyen directivas.

Ayer se discutió, entre otras cuestiones, por los compañeros que les dije, los órganos superiores del Partido y del Estado —aunque el órgano supremo del poder del Estado son ustedes, no el Consejo de Estado—, y unánimemente estuvimos de acuerdo con esto.

Ya inmediatamente se había empezado a trabajar y habrá que elaborar, por el Buró Político, el Consejo de Ministros, si fuera necesario también con el Consejo de Estado, con la aprobación de algún Decreto Ley como el que les mencioné de las tierras hace un momento, hay que sacar una directiva, y si hay tiempo, para el próximo Consejo de Ministros ya la podemos empezar a discutir por allí.

Esto desde ahora es así, y a luchar por eso. Eso forma parte ya de las cosas que tendremos que discutir y ya tendremos tiempo de comprobar si sirven o no, cuando celebremos a fines del año que viene nuestro Congreso, porque todos los que estamos aquí, que representamos la voluntad del pueblo, que nos eligió, y del Partido que igualmente nos eligió, aunque hace mucho tiempo, estamos de acuerdo.

Pero es muy importante que uno que se sienta allí donde yo estoy (Realiza gesto indicando una barba), está también plenamente de acuerdo (Aplausos).

Ya voy a terminar, siéntense (Risas). Y, además, una anécdota también, empezamos casi con un chiste, podemos concluir con otro, pero real. Al llevarle el material, del cual ya habíamos discutido temas a tratar, igual que próximamente en Santiago de Cuba, el 26 de Julio, serán otros temas, como es natural, ni todos pueden enfocarse en una tarde o en una sola sesión de la Asamblea —que hay muchos temas de estos que al desarrollarlos tendrán que volver aquí—; realmente es un discurso difícil (el pronunciado), su propia elaboración, se lo llevé un poco tarde. Él tiene su vida muy activa, haciendo ejercicios, escribiendo, meditando, pensando, a veces es él el que me da noticias internacionales que yo no he tenido tiempo de leer, y le pedí que me contestara lo más rápido posible. Batió récord esta vez, y a través de la interlocutora, que por teléfono me avisaron, hace dos días —por eso la reunión de antes de ayer la tuvimos anoche— y dijo que estaba totalmente de acuerdo —quiero recordar textualmente lo que dijo—, “está perfecto”. Cuando me lo comunican, cosa que me alegró mucho, le dije a la persona que hablaba conmigo que lo felicitara, ella me contesta: “¿A él?”, digo: “Sí, felicítalo, porque tiene un hermano muy inteligente y lo aprendió todo de él” (Risas y Aplausos).

Ricardo Alarcón.— Yo dije que usted iba a hacer las conclusiones y las hizo, así que, por lo tanto, lo único que me queda a mí por hacer es declarar concluido este período ordinario de sesiones. Buenas tardes